
Marcó el número de teléfono y en seguida, sin siquiera dejar que sonara una sola vez, descolgaron al otro lado.
Era una vocecita limpia, clara, inocente y a ella se le iluminó el alma, la sonrisa y la mirada cuando pronunció el nombre de aquella personita.
La vocecita respondió y su voz le sonó más dulce, más limpia, más clara, más inocente aún.
Sin embargo, sintió un profundo dolor -incluso quiso brotar una lágrima- al oír la respuesta al otro lado del hilo telefónico y el mensaje quedó resonando en su cabeza.
La vocecita había pronunciado la única palabra que a ella jamás le dirigirían…
Mamá
1 comentario:
Con los años descubriría que ese día hubo una clara intención de dejarle escuchar esa palabra que necesitaba decirle a viva voz...
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