lunes, 27 de febrero de 2012

pajarillo pío-pío

Una gélida mañana de febrero iba un borrico paciendo en una pradera y mientras comía las hierbecillas que a su paso encontraba se dio, literalmente, de bruces con un pajarillo que tenía toda la pinta de estar casi muerto de frío.

El borrico tomó el pajarillo suavemente entre sus dientes y empezó a buscar un lugar donde darle calor para reanimarlo.

Miró en las coles de un campo, pero estaban todas escarchadas del rocío de la mañana y no le parecieron el mejor lugar para cobijarlo.

Miró en unas pequeñas rocas, pero las encontró mucho más frías que el propio suelo.

Miró y miró y buscó y buscó y finalmente se encontró con una gran boñiga de vaca recién puesta, ya que todavía salía un humillo cálido.

El borrico tomó delicadamente al pajarillo y lo depositó en el cálido excremento.

Al poco rato, el pajarillo empezó a piar y el borrico se alegró y, con la satisfacción de haber realizado una buena obra de caridad, se marchó.

El pajarillo, que ahora se sentía más vivo que nunca y que lo único que deseaba era salir de aquel entorno en el que lo había metido el borrico, piaba cada vez con más fuerza al ver que el borrico se alejaba.

En estas que un ave rapaz oyó los trinos del pajarillo y se abalanzó sobre su presa, que no pudo ni siquiera advertir el peligro.
Así sucumbió, el pequeño pajarillo, en las zarpas de la rapaz.

Moraleja:
Quien te mete en la mierda, no es forzosamente mala persona, pero quien te saca de ella tampoco es necesariamente buena persona. Así pues, cuando estés con la mierda al cuello ¡no digas ni pío!