sábado, 24 de octubre de 2009

y sin embargo


Justo ayer uno de mis amigos comentaba la anécdota de un tipo que utilizaba poemas de poetisas sudamericanas para enviárselos a sus “presas” y como ellas, creyendo que eran originalmente suyos, lo adulaban con mensajes llenos de dulzura.
Y es que el mundo está lleno de patanes, pero ya sabéis que debe haber de todo en la viña del Señor para que los frutos dulces sean los más dulces.

Y ahora, os dejo con un poema de Dulce María Loynaz, poetisa cubana que fue galardonada con el premio Cervantes en 1993, y con la música de Nick Cave, ambos frutos dulces de mi pequeño paraíso terrenal.

Para el amor más olvidado
cantaré esta canción:

No para el que humedece los ojos todavía...
Ni para el que hace ya
sonreír con un poco de emoción...

Canto para el amor sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta.

Sería algún amor de niño acaso...

Una plaza gris... Una nube... No sé...

Para el amor más olvidado cantaré.

Cantaré una canción
sin llamar, sin llorar, sin saber...
El nombre que no se recuerda
pudo tener dulzura:

Canción sin nombres
quiero cantarte
mientras la noche dura...

Cantar para el amor que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals familiar...
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más...

Para el amor más olvidado
-el más dulce...-,
el que no estoy segura de haber amado.


sábado, 3 de octubre de 2009

com-pasión



Hoy quiero hablaros de otra de mis grandes pasiones, la ayuda al prójimo.

En mi afán por ayudar, incluso cuando no me alcanza, me apunto a cualquier newsletter que me pueda aportar ideas o que me permita cumplir con mis deseos, muchas veces sin tener que sacar un céntimo de mi bolsillo.

Una de estas newsletters es la de Amnistía Internacional. Es reconfortante sentir que tienes una voz que comparten y escuchan miles de personas en todo el mundo. Es reconfortante saber que una simple firma puede servir para que frenen una ejecución, para que liberen a un preso político, para que haya más ayudas para los menos favorecidos…Yo, por lo menos, siento que doy lo mejor de mí al firmar por estas causas.

Sin embargo hoy me siento algo triste y os explicaré el porqué.

Amnistía Internacional ha sido una de las organizaciones que se ha dedicado a recoger firmas para que los gobiernos de países desarrollados, entre ellos España, firmaran el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales por el que se comprometen a garantizar el acceso a la justicia cuando se vulneren derechos como el derecho a la salud, la educación, la alimentación, la vivienda y el trabajo, dando un paso más en la lucha contra la pobreza. Hace unas semanas, en la sede de Naciones Unidas, se firmó este Protocolo por 29 países, entre ellos España.

Hasta aquí todo es perfecto, gracias a nuestras firmas se llegó a urgir la necesidad de firmar dicho protocolo.

Ahora la parte triste. Las organizaciones que se dedicaron a la recogida de firmas consiguieron la irrisoria suma de 33.000 (!) y eso que firmaron 29 países y sólo en España ya somos alrededor de 46 millones de habitantes. [Para vuestra información, Amnistía Internacional recogió 20.000 de esas 33.000 firmas]

Sin embargo, en una conocida y famosa red social hay grupos que tienen más seguidores. Algunos loables como “Feed a Kid with only one click”, que ya tiene más de 2 millones de clicks. Pero también otros que, simplemente por diversión, aglutinan muchos seguidores, como es el caso de “Yo también me rio cuando alguien se cae”, 298.000 fans, “Para que la resaca sea considerada enfermedad laboral”, 145.000 fans, “1.000.000 for Obama to grow an afro!”, 273.000 fans…

Con un grupo como “Yo también quiero que mi gobierno firme el protocolo para que ese mendigo, que me pide limosna cada mañana cuando me estoy comiendo el bocata, deje de serlo”, quizá la gente de Amnistía Internacional habría conseguido un mayor número de firmas.

Y eso me lleva a la conclusión de que nos definimos como socialmente solidarios pero los números nos demuestran que no lo somos tanto.