viernes, 23 de julio de 2010

orgullo


Tiene la vida cosas curiosas…

El período vacacional me permite descontrolarme un poquito y darme el gusto de disfrutar de alguna larga noche de fiesta con mis amigos.

Ayer, después de una agradable cena, decidimos escaparnos a una conocida sala de la noche barcelonesa.

La cuestión es que creí ver a alguien a quien no pude, a ciencia cierta, reconocer. Otra cuestión es que me tengo negado saludarle si no lo hace primero él, de no ser así le habría preguntado sin rodeos su nombre.

Hubo un momento en que nos encontramos bailando cara a cara y su expresión fue la de un niño que acababa de encontrar un juguete perdido durante largo tiempo. En ese momento creí reconocerle y me quedé, cual Penélope, dudando.

Cada día me levanto con una canción, ¿la de ayer? Penélope de Joan Manel Serrat. ¿Casualidad? No, más bien causalidad o quizás las ansias de que así fuera.

¡Qué malo es el orgullo!