lunes, 30 de junio de 2008

se renta un Corazón...


...listo para ser ocupado, sin deposito en garantía, sin contrato...

Es confortable y, por supuesto, encontrarás en él amplitud de espacio para acomodar tus sentimientos. Hallarás en sus rincones: Alegrías, Sueños, Luces de Esperanza y Comprensión, mucha comprensión. Sus paredes están llenas de amor, cariño, respeto...

Te hará sentir como en tu hogar. La calidez de sus pisos te darán la seguridad de no resbalar y sus balcones te permitirán mirar hacia el alma amiga que siempre te acompañará.

Se renta un Corazón... por fuera se encuentra algo maltratado, posiblemente le falta alguna remodelación, resanar viejos sentimientos y cubrirlos con una nueva fachada, pero... ¿vivirás afuera o adentro?

Mal haría si no te dijera que también en él existen pequeños espacios oscuros, casi inaccesibles, que con el tiempo se llenaron de lágrimas, angustias, recuerdos... ahí quedaron como mudo testigo de las etapas que fueron cambiando este corazón que ahora te ofrezco.

Se renta un Corazón... que con el paso de los años y con el dolor de algunos adioses, se cuartearon sus paredes y su pintura se ha ido desgastando, por el mal uso que algunas personas le dieron en el pasado.

Sin embargo, los cimientos, los principios para lo cuales fue creado, siguen firmes, la esencia del alma se respira con tan solo entreabrir la puerta y la garantía de sentirte bien te puede hacer feliz... si te quedas con él

domingo, 29 de junio de 2008

the dance


I have sent you my invitation,
the note inscribed on the palm of my hand by the fire of living.
Don’t jump up and shout, “Yes, this is what I want! Let’s do it!”
Just stand up quietly and dance with me.

Show me how you follow your deepest desires,
spiraling down into the ache within the ache,
and I will show you how I reach inward and open outward
to feel the kiss of the Mystery, sweet lips on my own, every day.

Don’t tell me you want to hold the whole world in your heart.
Show me how you turn away from making another wrong without abandoning yourself when you are hurt and afraid of being unloved.

Tell me a story of who you are,
and see who I am in the stories I live.
And together we will remember that each of us always has a choice.

Don’t tell me how wonderful things will be . . . some day.
Show me you can risk being completely at peace,
truly okay with the way things are right now in this moment,
and again in the next and the next and the next. . .

I have heard enough warrior stories of heroic daring.
Tell me how you crumble when you hit the wall,
the place you cannot go beyond by the strength of your own will.
What carries you to the other side of that wall, to the fragile beauty of your own humanness?

And after we have shown each other how we have set and kept the clear, healthy boundaries that help us live side by side with each other, let us risk remembering that we never stop silently loving
those we once loved out loud.

Take me to the places on the earth that teach you how to dance,
the places where you can risk letting the world break your heart.
And I will take you to the places where the earth beneath my feet and the stars overhead make my heart whole again and again.

Show me how you take care of business
without letting business determine who you are.
When the children are fed but still the voices within and around us shout that soul’s desires have too high a price,
let us remind each other that it is never about the money.

Show me how you offer to your people and the world
the stories and the songs
you want our children’s children to remember.
And I will show you how I struggle not to change the world,
but to love it.

Sit beside me in long moments of shared solitude,
knowing both our absolute aloneness and our undeniable belonging.
Dance with me in the silence and in the sound of small daily words,
holding neither against me at the end of the day.

And when the sound of all the declarations of our sincerest
intentions has died away on the wind,
dance with me in the infinite pause before the next great inhale
of the breath that is breathing us all into being,
not filling the emptiness from the outside or from within.

Don’t say, “Yes!”
Just take my hand and dance with me.







© Oriah Mountain Dreamer, from the book The Dance, HarperSanFrancisco, 2001






lunes, 23 de junio de 2008

verbena...


A la verbena le dieron gran importancia los magos y adivinos de la Edad Media, que la empleaban en filtros o elixires para avivar los fuegos de amor próximos a apagarse.

Hoy es día de verbena en Barcelona, la gran verbena, la de San Juan.

La tradición obliga a comer “cocas”, beber “cava” y a medianoche pedirle un deseo al solsticio de verano, mientras se intenta saltar una hoguera, lo más alta posible, sin quemarse o morir en el intento. Por otra parte, si se desea un amor sublime, duradero e iluminado, es preciso hacer el salto cogido de la mano de la pareja, por lo que, si ésta se niega puede ser signo de “mal agüero”.

También es noche de petardos y “petardeo”. Al mismo tiempo, es la noche en la que más promesas de amor se hacen –debido más al efecto del alcohol que a los lances de Cupido–. Es por estos motivos que es necesario salir a la calle bien protegido, tanto de cuerpo como de alma, para evitar algún que otro “accidente”.

Si he de ser sincera, a mi no me gustan nada estas fechas tan señaladas en el calendario y prefiero recluirme en el calor del hogar (esta noche la pasaré con mis padres, charlando y riendo hasta que nos cansemos). No pienso “petardear”, ni lanzar cohetes, ni siquiera intentar emular a Doña Juana de Arco para sucumbir al calor de una hoguera.

A pesar de todo, esta noche sí que pediré mi deseo estival y comeré “coca de Sant Joan” y brindaré con “cava catalán” y al llegar la medianoche espero poder saltar la hoguera del despabile y recluirme en el paraíso de mis sueños.

lunes, 2 de junio de 2008

atrápame

Hoy subía por una escalera escarbada en la piedra. Esta vez la escalera, que seguía siendo de caracol e interminable, estaba dentro de una especie de montaña y tenía pequeños descansos con ojos abiertos en la gruta. Las vistas que estas aberturas proporcionaban eran realmente bucólicas, se podía contemplar una hermosa bahía repleta de embarcaciones de recreo ancladas, como esperando dormidas. Esta imagen de embarcaciones blancas sobre un mar azul vítreo junto con el juego de las gaviotas revoloteando buscando su alimento, producían una sensación de paz y de plenitud indescriptibles.

A medida que la ascensión avanzaba se volvía más compleja, debiendo atravesar pasadizos. En uno de esos pasadizos descubro unas puertas de madera oscura, casi negra, tallada con hermosos diseños de aves y flores como representando un paraíso terrenal. La hermosura de esas puertas me llama tanto la atención que decido traspasarlas. Del otro lado descubro una terraza repleta de macetas llenas de flores. Había geranios, claveles, jazmines y el olor que todas estas plantas desprendía junto con las caricias de un sol de verano de primera hora de la mañana invitaban a quedarse sentada en aquella terraza. Por otra parte, una mesita con un desayuno, muy bien dispuesto sobre ella, hacía todavía más apetecible la parada.

Obviamente, y los que me conocen podrán corroborarlo, no dedicaba más tiempo a aquella terraza que el justamente necesario para disfrutar por unos instantes de la visión y posteriormente retomar la difícil ascensión, aunque con energías renovadas.

Llegado a un punto de la ascensión la escalera se ensancha, estamos dentro de una torre inmensamente alta. Dado que la escalera carece de baranda de protección, hay que subir con mucha precaución. Para aliviar el camino de los que han llegado hasta este punto, hay un ascensor, casi tipo nave espacial, con un simpático ascensorista que sin dejar de sonreír me invita a subir. Como ya he explicado, toda la escalera carece de baranda y la parada del curioso ascensor es más bien tambaleante, por lo que el riesgo de no alcanzar la nave de ascensión y caer al vacío es extremadamente alto.

Viendo la inestabilidad del aparato dudo entre intentar entrar en el mismo o seguir la ascensión a pié. Finalmente y por la insistencia del ascensorista, decido tomar el ascensor y…
Doy un paso, mi pié pisa en falso y caigo al vacío, con la consecuente sensación de angustia y desespero. A pesar de que mientras caigo intento pensar en qué punto de la ascensión me coloque el arnés de protección que llevo puesto y hacer el cálculo mental de los pisos que me tocará volver a subir…

¡Por fin! Me desperté y finalizó la pesadilla, eso sí, con el corazón sobresaltado y la sensación de pérdida en el cuerpo.