miércoles, 13 de mayo de 2009

primavera avainillada



La calle que sube a mi casa está llena de acacias, esos árboles que tanto te entusiasman, y desprendían su aroma avainillado en una noche nada cálida; primavera extraña la que estamos teniendo en Barcelona.

Mientras andaba, el perfume me recordó a ti y a aquella estrella que de niño atentamente observabas desde la alameda, como comprobando que seguía allí donde la dejaste la noche anterior.
Me vinieron entonces a la mente imágenes de otros tiempos; otros en los que yo también tenía estrellas bautizadas y soñaba alcanzarlas. Así me quedé, un buen rato, soñando despierta con las alegrías vividas y la satisfacción del recuerdo que se ha sabido digerir correctamente.

Me maravilla la capacidad que tiene el ser humano de llenar de sufrimiento su vida para, años más tarde, recordar los mismos episodios con una amplia sonrisa y el pecho henchido de orgullo y felicidad por haber pasado –aunque sea con más pena que gloria– por duras pruebas autoimpuestas.
Aunque también me reconforta saber que el mundo está lleno de “buscadores”, como tú y como yo, que nunca dan su brazo a torcer y luchan siempre por aquello o aquellos a los que creen merecer.

Y mientras tú recorres tu camino, yo paseo por el mío. Quizá nuestros caminos no lleguen a juntarse –en esta vida–, pero estoy convencida que siempre, Siempre, fluirán paralelos para que yo pueda reposar en tus palabras y tú puedas soñar en mi mirada.

Te quiero.


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