martes, 1 de diciembre de 2009

dame tu mano



Es un día cualquiera de tu vida, en tu ciudad, en tu rutina habitual…

1.- Te encuentras con una persona sangrando, tú:
a) no puedes atenderla porque llegas tarde a comprarte aquellos zapatos nuevos;
b) llamas a urgencias para que manden una ambulancia.

2.- Ves como alguien cae por unas escaleras, tú:
a) sales corriendo para ver si está malherido o solo fue un susto;
b) haces como que no lo has visto.

3.- Se te acerca una persona y te pide que le compres algo de comer, tú:
a) ni le atiendes, la ciudad está cada día más llena de vagos;
b) entras en una cafetería, le pides un plato caliente y te sientas a su lado mientras disfruta de la comida.

4.- Ves a alguien revolviendo en el contenedor de la basura, tú:
a) piensas que será un holgazán que malvive con lo que encuentra allí;
b) te acercas y le ofreces tu ayuda.

Estas son algunas situaciones que nos encontramos muchas veces en nuestro entorno, situaciones que intentamos obviar porque nos lo afean.

Hoy un hombre mayor, de unos 87 años de edad, tropezó antes de llegar al autobús. Al subir alguien le dijo que estaba sangrando, pero ese mismo alguien se quedó sentado sin tenderle siquiera un pañuelo de papel. Tres personas en un autobús lleno hasta la bandera, sólo 3 personas, le tendieron su mano de ayuda a ese pobre hombre. Cuando el conductor decidió parar el autobús y llamar a una ambulancia, porque un par de nosotros se lo pidió, las personas que realmente podrían haber ayudado se bajaron. Nos quedamos solo 3 personas que no habíamos visto como se cayó, ni siquiera habíamos subido al bus en su misma parada. A ninguna de las tres nos importó dejar nuestros datos como testigos, a pesar de que poco podíamos explicar.
Lo más curioso del caso es que yo era la persona más mayor que se quedó hasta que llegaron una ambulancia y la policía. Las otras dos, mujeres también, tenían unos 24 ó 25 años y el conductor del bus debería estar en los 30.
Y de repente me pregunté cómo era posible que personas adultas, que se quejan de la falta de valores morales de la juventud, sean capaces de abandonar a un pobre hombre sangrando, con la cara y las manos llenas de cortes. Y solo se me ocurrió una respuesta: no eran solidarios.

Porque la solidaridad es algo que nace en el centro de tu alma, justo entre el corazón y la cabeza.
La solidaridad es un sentimiento que te conmueve de tal forma que no puedes pasar de largo ante situaciones intolerables.
La solidaridad siempre te guía hacia la persona correcta para que tus esfuerzos no caigan en saco roto.
La solidaridad nos hace fuertes y nos mueve para no dejar que la injusticia se apodere de nuestro mundo.

Hoy responde a esas preguntas que te hacía al principio y haz que la balanza se mueva hacia el lado solidario. El mundo y tú os lo agradeceréis mutuamente.

2 comentarios:

japogo dijo...

Esas mismas preguntas me las hago yo también, cada día más. Y la respuesta de nuestro comportamiento creo que tiene mucho que ver con el miedo a quien nos rodea, en definitiva,a nosotros mismos. Porque está claro que ese otro que necesita ayuda puedes ser perfectamente tú también.

Sirventés dijo...

Yo creo que la edad lo explica perfectamente.

El partido al que votas no es cuestión de ideales sino de edad. La juventud es idealista por definición. Los jóvenes creen que el mundo puede cambiar a mejor. Los mayores han llegado a la conclusión que como no se ayuden a ellos mismo el mundo no hará nada por ellos.

Un viejo no es una persona mayor, es alguien que ha aceptado la mediocridad.