
Tras esperar durante varias horas, el joven observó, emocionado, cómo se había abierto un diminuto orificio en el capullo de mariposa. A los pocos minutos, empezó a notar cómo luchaba por salir a través del minúsculo agujero.
El tiempo pasaba y parecía que la mariposa se había quedado atascada. Daba la sensación de que no progresaba en su intento por librarse de la cárcel de la crisálida. El joven, generoso y atento, decidió ayudarla. Sin pensarlo dos veces, cogió unas finas tijeras y realizó un corte lateral en el orificio del capullo para agrandarlo y facilitarle la salida. Y la mariposa salió al exterior sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
El joven, satisfecho por su intervención, se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y plegadas. Esperaba ansioso ver cómo volaba por primera vez. Sin embargo, debido a su ignorancia –disfrazada de bondad–, había impedido que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran sus alas para fortalecerlas antes de salir al mundo y comenzar a volar.
La clave está en comprender que la adversidad tiene su función…